En búsqueda de la espiritualidad

Muchas personas hemos sentido, implícita o explícitamente, la necesidad de un desarrollo Espiritual. Y muchos también nos quedamos en el camino por no entender bien su lógica. En su desarrollo encontramos varios niveles diferentes, básicamente tres. A mayor desarrollo, el nivel de penetración será más profundo. Estos niveles son:

1) El hacer; (Acciones que nos ayudan a tener una vida relacional equilibrada y sana)

2) El pensar; (Intentar que la mente se calme y poder ponerles límites a los pensamientos autodestructivos)

3) El sentir; (Es donde hay más dificultad, ya que muchos sentimientos no son conscientes y se necesita trabajo, buena voluntad y paciencia para hacerlos conscientes y, en parte, porque uno no puede controlar sus emociones de manera tan directa e inmediata como sus pensamientos o acciones)

Generalmente siempre se comienza desde el nivel del hacer. En todas las religiones hay mandamientos o preceptos que van en esa dirección: No robarás, no matarás, tendrás una vida ordenada, etc.

La siguiente etapa se dirige a los pensamientos. A menudo el hombre actúa con corrección, pero sus pensamientos siguen otro curso. Actúa correctamente porque comprende que de otra manera tendría conflictos con el mundo externo, pero aún le es difícil controlar sus pensamientos, lo que le crea una gran desazón. Para ello todas las tradiciones han creado métodos meditativos, cantos, recitaciones, trabajo con la respiración, etc. Es un trabajo arduo, pero se consiguen resultados con una dedicación  firme y continuada. Una persona que está en la segunda etapa, y quien tal vez está esforzándose al máximo al trabajar en el nivel de sus pensamientos y poder “purificarlos”, está mucho más “avanzada” que aquel que sólo ha alcanzado la etapa de guardar los mandamientos en lo que se refiere a actuar correctamente.

Pero nosotros debemos profundizar más que eso y llegar a nuestros sentimientos. A aquellos que a menudo permanecen en el inconsciente cubriéndose fácilmente con pretextos, en torno a los cuales es fácil engañarse para no tener que ver lo que en realidad está ahí. Y reconocer el verdadero origen de nuestros conflictos. Es muy doloroso llevar a la consciencia de que muchos de nuestras emociones  se desvían considerablemente de los pensamientos o de las intenciones conscientes. Pero es justo este esfuerzo adicional el que necesitamos hacer. Esta última etapa y esta profundización de la consciencia, por supuesto, es la más difícil de alcanzar. El que puede hacer consciente sus sentimientos más inescrutables y está dispuesto a reconocer que esos sentimientos no siempre van de acuerdo con lo que ha aceptado como correcto en sus pensamientos, ya ha logrado mucho.

Quien hace esto de manera continua hasta que lentamente adquiere maestría en desenredar la madeja nudo a nudo. Ya que sólo el que se abre a sus emociones una y otra vez con valentía –y en esta circunstancia la vanidad es un obstáculo insuperable– puede lograr la percepción verdadera de otro ser humano o de cualquier otra situación. Aquel que está ciego a su propia verdad, por necesidad está ciego a la verdad de los demás.

Feliz viaje.

Gendo