No dejes que la vida endurezca tu corazón

Hoy es el solsticio de otoño.

Yo, como otras muchas personas, afronto este evento como la puerta de partida de un nuevo ciclo, con todas las incertidumbres que ello trae. Hay momentos muy cómodos, donde casi siento que toco el cielo con mis manos. Y de pronto, pasa una nube y todo se convierte en oscuridad y miedo a lo que vá a venir. Es un juego muy antiguo. Lo conozco muy bien. Estos miedos se retroalimentan continuamente hasta el punto de convertirse en una pesadilla y, de pronto, como si de una burbuja se tratara, explota y desaparece dejando una cierta sensación de calidez y confianza.

Es un baile eterno. Por mucho tiempo que lleve en el camino, no puedo evitar los momentos contractivos, puede ser que sea por mi especial incapacidad de aprendizaje. Y entonces releo a Suzuki Roshi y todo cobra sentido: «En la mente del principiante hay muchas posibilidades, pero en la del experto, muy pocas».

Siento que de nuevo estoy en el punto de partida, de nuevo estoy al inicio de un nuevo proceso, cada tiempo, cada vida, cada solsticio, cada respiración. De nuevo la rueda vuelve a girar.

Y tengo una gran confianza de que todo está bien como es. Cuando vuelva a despertarme alterado y sudoroso, sonreiré ante el espejo y no dejaré que el pánico vivido determine mis reacciones durante mucho tiempo.

Entiendo que puedo elegir que lo que nos ocurre en nuestra vida nos endurezca y que me haga cada vez más resentido y miedoso, o me suavice y me haga ser más bondadoso y con una actitud más abierta ante las contrariedades que aparecen. Elijo la apertura.

Y, como decía Chögyam Trungpa, vivir la vida como si fuera un experimento.

Feliz día.