Un regalo en tiempos de pandemia

Tengo el privilegio de poder acompañar durante este confinamiento a varias personas dentro de su proceso personal. Si bien es verdad que yo también paso por las mismas incertidumbres, miedos y angustias, estos espacios de introspección se han convertido en espacios de crecimiento compartido. Encuentros de alma a alma, que quizás por las circunstancias, se despliegan de forma muy humana, sentida y real.

La experiencia de un retiro obligado de más de 50 días y el cese de toda actividad cotidiana ha dejado sitio a un movimiento interno con voz propia que invita a bucear dentro de uno mismo en busca de coherencia, sentido y transcendencia de la propia vida. A modo de proyección el caos vivido fuera pone en evidencia el propio caos.

Este caos genera incertidumbre que nos brinda la oportunidad de poderla sostener para poner la mirada dentro y no huir. La incertidumbre nos deja sin suelo bajo los pies, pero también genera un deseo profundo interno de ir más allá, un deseo de mostrar y expresar desde lo más profundo y sin tapujos aquello que nos impide ser uno mismo. Y también hay miedo. Miedo al rechazo, miedo a las consecuencias, miedo a vernos tal cual somos. Quién escucha sabe que el miedo es la antesala de un umbral sin retorno que nos conduce a una mayor conciencia, madurez y libertad.

Y sí, durante la pandemia donde todos nos hemos vivido en una circunstancia no ordinaria, algunos seres humanos han tenido la valentía de atravesar ese umbral dejando atrás pesos y losas ancestrales en post de una llamada a la coherencia con uno mismo y con la Vida. En cada sesión se ha creado un espacio donde cada persona ha sido capaz de despertar la conciencia de su propia grandeza dejando de luchar en contra de las expectativas de lo que no son y escuchando la sabiduría de su propio corazón.

Cuando podemos compartir este espacio de escucha consciente, desde ese lugar de atención sostenida y transpersonal en el que nos sentimos vistos, acompañados y entendidos, percibimos un alivio que sobrepasa todo entendimiento y que es necesario para la comprensión y transformación personal.

Poder gestionarse ese espacio es crear un espacio de salud mental, emocional, físico y espiritual. Es poder abrazar todas las facetas luminosas y sombrías de uno mismo y abrirnos a los recursos únicos, personales e intransferibles de nuestra propia dimensión humana.

Es un regalo para mi acompañar desde el alma estas aperturas. Aprendo tanto…siento tanta verdad…que enmudezco ante la grandeza del ser humano y ante la grandeza de la Vida que permanentemente nos llama y nos despierta del olvido de quién somos en realidad.

Maite Artiaga