¿Recuerdas cual fue tu último momento de plenitud?

Existe en nosotros una pulsión natural de sentirnos ilimitados, infinitos, plenos de vida, en definitiva, libres incondicionalmente. Donde haya espacio e imaginemos, llega nuestra energía sutil. Abarcamos mundos ilimitados, sólo tenemos que ahondar para descubrirlos. Nuestra mente y consciencia puede llegar también ahí a poco que lo ejercitemos. Y cuando alcanzamos estos estados expansivos, nuestra mente poco a poco se vá calmando y llegamos a una paz profunda. A esto los tibetanos le llaman el cuerpo de Gozo o diamantino.

Pero, en cambio, la mayoría de las veces estamos experimentando el cuerpo del dolor. Nos sentimos atrapados en una realidad que no nos gusta, llena de contracción, deseos no satisfechos, ahogos existenciales, punzadas anímicas, relaciones dañinas, nudos en la garganta por lo no expresado, responsabilidades que nos resultan pesadas cargas, etcétera…Podríamos seguir numerando sensaciones hasta la extenuación.

¿De verdad crees que vivir en el cuerpo de dolor merece la pena? ¿Cómo salir de todo este embrollo individual y colectivo que nos aprieta? Porque sin duda, y algunas veces lo hemos experimentado, existen estados más placenteros y gozosos, valga la redundancia.

Todos estamos buscando la salida, seamos conscientes o no. Todos queremos dejar atrás el sufrimiento, aunque la impotencia nos atenace. Lo que pasa es que no lo buscamos en el sitio ni de la forma adecuada, pero aún así, está bien, forma parte de nuestro proceso de aprendizaje. Y no existe un camino único, sólido y palpable. Mas bien es una senda que tenemos que explorar en soledad, pero con posible guía y acompañados por otras personas que están en la misma tesitura.

Si deseas expandirte, si no estás conforme con la realidad que te ha tocado vivir (y que si haces un trabajo terapéutico te das cuenta de que has creado tú mismo), practica la meditación. Sólo abriéndote a tus universos interiores vas a conseguir las respuestas y los estados que tanto estás ansiando.

Esto no significa que renuncies al universo relacional y material en el que te mueves. Para nada es una renuncia a tu vida. Sólo es ampliar nuestra visión, reconocer lo que hay, aceptarlo, investigar cuáles son las causas que lo han creado y des identificarnos de todo aquello que no nos pertenece.

Feliz viaje. El cuerpo de Gozo nos espera.

Gendo