Construyendo/decostruyendo mi casa.

Me permito hacer un paralelismo entre mi evolución (o la tuya, según se tercie) y la construcción de una casa, en este caso mi casa o tu casa.

Tanto mi personalidad como una casa se han realizado con los materiales que están a disposición nuestra y de las personas nos han ayudado a levantarla. No puede ser de otra forma. Al igual que no se puede hacer una casa de piedra en un lugar donde no se encuentra, también nos hemos construido a base de las experiencias, formación, cultura, etc., en la que nos hemos desarrollado.

Hasta aquí todo claro. ¿no es cierto? Hemos levantado nuestra casa (léase personalidad) con los materiales y herramientas que teníamos a nuestra disposición. Y sin una planificación clara (el arquitecto, o bien no existió, o bien hubo de ir adaptándose a las posibilidades de cada momento).

¿Y qué sucede con el paso del tiempo? La casa sufre las inclemencias, los envites del paso de los años y se vá deteriorando. Lo mismo nos ocurre a nosotros. Y no hablo sólo del envejecimiento físico, sino también del emocional, del desgaste mental, etc. Hay partes que permanecen casi inalterables, las que son de mayor calidad, pero no todas son así. Hemos ido creciendo a retazos a golpe de experiencias vitales. Y las partes de nosotros que son defectuosas, imitaciones baratas o podridas emergen. Entonces comenzamos a parchear, a hacer pequeñas chapuzas que nos permiten seguir habitándonos, si no de una manera satisfactoria, al menos para ir tirando.

Pero a veces no es suficiente. Gastamos demasiada energía en mantener una estructura cada vez más tocada. A duras penas seguimos adelante. Entonces surge el gran dilema: aguantar con lo que hay y resignarse o, por el contrario, tirarlo todo abajo y reconstruirnos, esta vez sí con materiales de calidad y una planificación hecha a nuestra medida. La mayoría de nosotros tomamos la primera alternativa, irnos deshaciendo poco a poco, cada vez con más goteras y pérdidas. Porque la segunda posibilidad es más eficaz, pero también más cara (cara en términos energéticos, energía que a menudo no disponemos) y arriesgada, por tanto, sólo para valientes.

Plantéate qué es lo que deseas con tu casa, con tu vida. Con las manos en el corazón, decide si deseas vivir en un parcheo continuo o arriesgarte a permitir que todo se derrumbe para rehacerte desde unos cimientos sólidos.

Feliz día.